La gente admira como otras personas realizan técnicas avanzadas en sus respectivas actividades, puede ser un matemático, un deportista, un vendedor, etc.
Claro, nos inspiramos, queremos empezar; comenzamos entusiasmados, tal vez incluso continuamos entretenidos, pero es en el momento que surge el primer error, que se corta el flujo de inspiración y comenzamos a desanimarnos.
Y a medida que surgen más errores nos confundimos con desaliento mientras un pensamiento dice silenciosamente con comodidad que es mejor hacer otra cosa.
También sucede muy a menudo que ni siquiera al intento llegan, por un complejo de inferioridad, que ni les pasa por la cabeza la idea de la capacidad que poseemos al tener un cerebro humano.
Cuando vives nuevas experiencias, tu inconsciente no tiene mucho con que asociar la información que la experiencia provee, por lo cual, esto te lleva a la prueba y error donde antes que el intelecto, la sensibilidad (sensación, instinto, emoción) captura la información para sentir si lo haces bien o no, o si simplemente quieres (o te conviene) seguir o no con esa experiencia.
Esta información capturada es la base de la realimentación (feedback) positiva y negativa que auto-regulan a tu cuerpo y a tu mente para que seas más apto en la experiencia.
Al cabo de un tiempo, la realimentación acumulada (los errores) te vuelve un experto. Y es en esa acumulación donde ya hay datos que despiertan al intelecto1.
Basado en juzgar dónde hay fallas, el intelecto se vuelve un colector de errores.
La inteligencia es un sistema cognitivo codependiente del sistema emocional, donde el intelecto proyecta el camino más óptimo para la realización de lo que el deseo o emoción indica.
Pero por supuesto, esta optimización sólo sucede cuando hay suficiente información para ser creativo con la solución.
Tenemos tanto esa costumbre de tirar la toalla en el momento que empezamos a sufrir por fallar convenciendonos de que no somos buenos para algo, o por no querer sufrir las consecuencias del riesgo.
Siempre en toda nueva experiencia hay que estar preparado para los errores, intelectual y emocionalmente.
La sensibilidad emocional no deja que el intelecto trabaje adecuadamente con los errores que uno mismo comete.
La falta de entendimiento de las emociones es lo que sataniza al error como un sufrimiento que preferimos evadir en vez de enfrentar, y es el hecho de que en realidad lo que queremos evitar son las emociones de la ira, el disgusto, la tristeza o el miedo.
Esto mismo muchas veces no permite que tomemos un riesgo por nuestras pasiones u ocupaciones, e.g., la vergüenza de equivocarse en público, la depresión del qué dirán si haces lo que quieres o la ansiedad por perder una inversión dedicada al crecimiento2.
Ignorando las indicaciones de nuestras emociones, no nos permitimos ver más allá en la belleza del error, la oportunidad del aprendizaje o la enseñanza que se revela de los caminos que se deben de evitar para alcanzar tu objetivo.
No significa que hay que buscar equivocarse, pero es precisamente lo que Eckhart Tolle refiere cuando dice “el sufrimiento es necesario hasta que te des cuenta que no es necesario”; y en este caso, el sufrimiento es el error satanizado, aquello que queremos eludir ingenuamente mientras estamos dando vueltas en el mismo error sin darnos cuenta.
La emoción indica el sufrimiento y es en ese momento donde se debe buscar la calma para dejar entrar al intelecto.
Cuando la emoción se tranquiliza, el intelecto se acerca preguntándole: ¿Dónde duele? Y la emoción le indica: “Allí”, entonces la emoción se hace a un lado y el intelecto comienza a analizar; como todo un inspector, encontrando los errores que provocaron el dolor.
Si aciertas en la vida, gozas; si pierdes, aprendes y eso también es ganancia.
Es el errante el que ambula fallando una y otra vez hasta que la experiencia suficiente lo convierte en un maestro.
El maestro llega a su grado, reconociendo sus errores, sin miedo a la aceptación de cometerlos porque sabe que el error es el costo de la lección.
Esas lecciones conducen a la persona hacia la sabiduría e incrementa su valor [utilitarismo], ya que puede servir a los demás y a sí mismo, evitándonos a todos el camino del error.
No huyas del error. Equivócate y aprende ahora, no después. El conocimiento a partir del error es también un acierto; sólo presta atención en dónde está el error.
Recuerda siempre probar tus límites.
1Pero el lapso del tiempo se puede optimizar si analizas la realimentación con tu intelecto, encontrando patrones para predecir errores innecesarios. La auto-regulación previa al error se conoce como Prealimentación (feedforward).
2Claro, no se trata de que seas un lanzado sin premeditación, pero que si aceptes que puedes cometer errores que te hagan perder (no todo) algo que tuvo un costo para ti, sabiendo que siempre puedes volver a comenzar.