El Pensamiento Inmunológico

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Probablemente has escuchado sobre casos de personas que sanan por creencia sin haber necesitado medicamento; tal es el caso de los grupos de control en la farmacología, donde a un grupo se le da un medicamento de prueba y al grupo de control se le da un medicamento falso, haciéndoles creer que están tomando el auténtico.

Nos damos cuenta en estos casos como un simple efecto placebo los puede curar de una enfermedad, y seguramente también podrás afirmar haber visto algún amigo o familiar enfermarse simplemente por no dejar de pensar en ello.

Pero no es la creencia en sí en lo que nos queremos enfocar en este artículo sino la naturaleza de la que ésta está constituida: el pensamiento.

En esta entrada te pongo al pensamiento en dos perspectivas: una física y otra mental, para que entiendas porque se dan estos fenómenos.

Pensar es un acto que consiste en la contemplación de un objeto determinado, ya sea físico o abstracto, es decir, puede ser tanto un material como una memoria. Nosotros pensamos de acuerdo a lo que nos convenga pensar o, mejor dicho, a lo que nuestro inconsciente considera que sea mejor que pensemos.

Tu inconsciente es una mente intangible que opera sobre la máquina de tu cuerpo, siempre viendo por su supervivencia más óptima.

Entre todas las funciones de todos tus sistemas biológicos, el sistema inmunológico es el que se encarga de proteger a tu cuerpo dejándolo libre de infecciones, pues no hay día que no tengamos contacto con una incontable cantidad de microbios.

A parte de estos pequeños organismos, hay un agente más que juega un papel intrínseco e importante en la salud de tu cuerpo… lo adivinaste, el pensamiento.

Los pensamientos son frecuencias neuronales procesadas por la química del cerebro, es decir, todo pensamiento que estés teniendo equivale a un proceso electro-químico en tu cuerpo; afectando neurotransmisores y hormonas que finalmente terminan alterando tu orden.

Es a través de la influencia del pensamiento que los efectos placebo y nocebo son posibles.

En este proceso, cuando el inconsciente detecta el desorden, lo regula a través de sus reacciones químicas y, por tanto, la manera de pensar se acopla para que el orden se mantenga.

Yo llamo a este efecto mental: pensamiento inmunológico.

El pensamiento inmunológico evade la contemplación de una situación cuando no puede comprenderla, no para engañarse vilmente en sí, sino para evadir la enfermedad.

La incomprensión en este caso es una inhabilidad de encontrar resolución emocional ya que carece principalmente de aceptación.

Lo que no aceptas de ti, tu inconsciente te lo esconde.

Y este es el caso de la autoestima. Cuando hay baja autoestima las defensas del cuerpo se debilitan, y por eso el inconsciente necesita llenar la mente de pensamientos que le den fuerza a sus defensas.

He allí el auto-engaño, la ignorancia de la verdad frente a nosotros.

El cuerpo y la mente necesitan elevar la autoestima que el vacío emocional derrumbó, proyectando pensamientos que evaden el sufrimiento. A unos les aumenta el apetito por comer, a otros por ir de compras, otros por consumir drogas tanto legales como ilegales, etc.

De esta manera, la mente anestesia al cuerpo distrayéndolo con placeres, sin darse cuenta porqué aparecen esos antojos tan drásticos.

Pero el problema no yace en la gravedad del vacío emocional sino cuando la persona decide ignorar la raíz de su dolor.

Esta solución temporal les ofrece a las personas la ventaja de no caer en depresión, pero su tendencia es caer en los excesos.

Prestando atención podrás detectar ese proceso cuando tu inconsciente está sintiendo la negatividad de una situación y automáticamente despierta las ganas de buscar placer innecesario, pero sólo con la reconstrucción de tu perspectiva podrás reprogramar ese proceso.

Enfócate en cambiar las palabras de los pensamientos implícitos que provocan la negatividad de la emoción, y los caprichos se disolverán mágicamente.

Recuerda siempre probar tus límites.

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