A veces la tristeza puede resultar difícil de superar o un coraje difícil de calmar, que en el hecho de sentir una depresión o una alteración en el cuerpo al mismo tiempo se sienten las ganas de evadir.
A la sociedad le encanta tanto la comodidad que prefiere eludir las emociones negativas desarrollando hábitos que desvían la atención de los problemas, esto es Hedonismo.
En el momento que un problema amenaza nuestra comodidad buscamos distraer nuestra mente postergando su resolución al procrastinar con otra actividad irrelevante o incluso inconscientemente autodestructiva.
Es la misma razón por la cual surge cualquier clase de adicción al exceso, tanto de comida y drogas, como ir de compras y el ocio.
En pocas palabras, el Hedonismo es la búsqueda del placer para suplantar el dolor.
¿Pero por qué hay tanto hedonismo en nuestra cultura?
Cuando se le pregunta a la gente cuál es su propósito personal, el más común (y por lo general lo mencionan cuando carecen de uno en específico) es: ser feliz. Claro, ¿Quién no quisiera ser feliz? Sin embargo, todos asociamos en primera instancia la felicidad con la alegría.
Estos dos noúmenos los podemos considerar como sinónimos, no obstante en este blog queremos crear una diferencia filosófica entre estas dos palabras, para poder generar una interpretación útil sobre estas y el resto de las emociones.
Cuando pensamos que la felicidad está relacionada sólo al sentimiento de la alegría estamos diciendo que las otras emociones subjetivamente negativas (miedo, enojo, tristeza y asco) son malas, y esa barrera nos impide resolver el estancamiento.
En nuestra cultura pensamos que la felicidad es el objetivo porque como concepto la relacionamos con la satisfacción de alcanzar una vida exitosa, pero el éxito depende del cumplimiento de los propósitos.
Irónicamente, con base en este concepto, la gente dice que su propósito es ser feliz sin tener objetivos que alcanzar, y allí yace la contradicción, por eso el inconsciente la “resuelve” asociando la felicidad sólo con la alegría, es decir, el placer o sensación de satisfacción para ignorar la contradicción.
Los demás animales no saben nada de esta felicidad en sí, sólo experimentan emociones, porque estos no analizan los errores del pasado ni ven hacia la posible prosperidad del futuro, simplemente reaccionan a las emociones que el inconsciente les manda.
Podríamos decir, que la felicidad es del prefrontal2, y la alegría es del resto del cuerpo. De hecho, la felicidad es ese estado que buscamos conscientemente y con nuestro sistema de creencias determinamos subjetivamente los propósitos que nos darán alegría (no felicidad)3.
La felicidad es El Propósito que discierne el consciente, pero en Level 99 tampoco
consideramos que la felicidad se alcanza con la autorrealización, la autosuficiencia o el hedonismo, sino, y he aquí la razón de esta publicación, con el balance de las emociones.
Cuando pensamos que la felicidad está relacionada con el propósito personal, primero, estamos diciendo que sólo seremos felices cuando alcancemos nuestro propósito, no ahora4; y segundo, si no sabemos lidiar con las emociones, cuando alcancemos nuestros propósitos seguiremos siendo infelices, reprimiendo nuestra incomprensión5.
Las emociones sirven para indicar si hay algo bien o no, es decir, no están para molestarte ni tampoco para agradarte; el inconsciente las usa para comunicarle un mensaje a tu cuerpo en ese lenguaje, y así este se pueda acercar a un objetivo o alejar de un problema.
La alegría no necesariamente siempre es buena; recordemos que el que vive engañado vive alegre (pero claro, no todos los alegres viven en el engaño).
Nuestra incapacidad para aceptarnos y ser sinceros con lo que somos es lo que nos hace infelices y confundimos los placeres hedonistas con “felicidad” para anestesiar el dolor por un rato, el dolor al que le tenemos miedo a mirar.
Claro que muchas personas llegan a aceptarse por los logros de sus vidas, sin embargo, el objetivo del balance emocional es que aunque hayas sido exitoso en tus propósitos, puedas soportar los cambios repentinos y puedas mantener la felicidad o al menos la paz.
Con base en todas estas premisas, debemos reformar nuestra cultura, estableciendo que la felicidad no es el placer (o alegría) sino el gozo del placer más la aceptación del dolor (en este caso, si y sólo si hay disposición de aprender del malestar y superarlo, no ignorarlo).
Es dejarte sentir todo el espectro emocional sin hacerlo personal para que fluya sin estancamiento.
Recordar que la tristeza nos sirve para reflexionar, el coraje nos sirve para sostener firmeza, el miedo para alejarnos del peligro, etc.
No se trata de amar la tristeza, el miedo o incluso la alegría, sino de aprovechar toda esta gama emocional que perturba nuestra paz y felicidad a través de una transmutación productiva.
Esta transmutación puede ser posible a través del balance emocional.
Recuerda siempre probar tus límites.
1Si consideramos el factor de la empatía, la felicidad también puede depender de los resultados de la vida de otros, como por ejemplo, cuando alguien que quieres no le está yendo bien en su trabajo, con su familia, y sientes que su estado de ánimo también te afecta.
2Área de la neo-corteza del cerebro donde prácticamente se genera la identidad del “Yo” (en relación a las sensaciones, emociones y pensamientos del cuerpo y la mente) y donde se generan las decisiones conscientes.
3Cabe hacer notar que puede suceder, que cuando se alcanza algún propósito se presentan condiciones que perturban en lo más mínimo a las emociones, pero donde sea que estas condiciones se pierdan, la falsa idea de felicidad se desvanecerá junto con la alegría.
4Esto podría sugerir ser feliz con lo que ya eres y olvidar tus propósitos, no obstante, la salud y el bien común también son circunstancias que te benefician, y ya que el cambio es la única constante, la felicidad se debe adaptar al cambio, tu decides si lo quieres dejar al azar o a un propósito.
5¿Cuántas personas alcanzaron a “tenerlo todo” y aun así terminaron quitándose su vida?